En una festividad como el Carnaval, aparecen ciertos productos y platos de los que parece obligatoria su degustación en estas fechas como algo ya tradicional y aceptado generalmente por todos.
Como fuese en estos días de Carnaval, bien por razones de participación en esta fiesta, bien por razones de economía doméstica obligada por la Iglesia, el consumo a base de carne es abundante. De esta carne, es la del cerdo la que se lleva las preferencias en cuanto a su presencia en nuestras mesas:
«Todo me sae torto…
para pasar neste Entroido
non teño carne de porco «
Si bien el consumo de las partes de este animal se viene haciendo a lo largo de todo el invierno, hay algunas que se destinan especialmente para estas fechas tan significativas.
Entroido o «Carnaval»
Entre los productos que llenan las mesas estos días tiene preferencia el Bandullo, y también Paiolo, que se suelen acompañar con sabrosas patatas cocidas. No se queda atrás tampoco las pocas veces superado cocido estilo Verin, que junto con la cachucha, lacón, pie, oreja, lomo, chorizos, chorizas…conforman una plástica escena que merecería sin duda el título de “el jardín de las alegrías”. El acompañamiento de la coliflor y los garbanzos es indispensable para poder enmarcar definitivamente esta escena.
Aún hay quien se empeña en hacer del lacón con grelos nuestro plato típico, preferimos hacer más nuestro, esos grelos ácidos con chorizos y chorizas, además de unas patatitas a medio cocer. Si bien, no todos matan el cerdo, entonces habrá que conformarse con un caldito o sopa en los que se moja como es mandado algunos de los productos antes señalados, por aquello de darle “sustancia” a la cosa. En tiempos fue pródigo el consumo de las tantas veces mencionadas y poco degustadas Sopas de Burro cansado: vino, pedazos de trigo y azúcar. Ya que hablamos del pan, no se debe olvidar en la mesa la presencia del cada vez más escaso “centenico” o pan de centeno así como un buen tinto del Valle para apagar las calenturas del cocido en la garganta.
También estos días había la costumbre de hacer los almuerzos mojando pedazos de roscón en la leche. Si los ingredientes procedentes del cerdo eran de fácil adquisición ya no lo era tanto conseguir un buen cabrito.
En Verín era habitual, dejar su degustación para el último día del Carnaval, y su compra se ultimaba a escote, con lo cual eran muchos los que acostumbraban a ir a la cena, tocando a poco “apenas para un diente”, al decir de un viejo protagonista de estas fiestas.